Impresionante lo que me ha ocurrido esta
tarde en una entrevista de trabajo. Llevo dos años buscando trabajo, buscando
negocios, emprendimientos, “start-up” u otras maneras modernas de ganar algo de
pasta, y hasta la fecha esta es la primera entrevista de potencial empleo de
vendedor de cajas de cartón y similar. Bueno en realidad era de delegado de
zona, que uno tiene una categoría. Por lo visto debía de ser el único
candidato, algo extraño en estos tiempos tan grises que acontecen.
La verdad es que es la primera oferta de
trabajo de ventas a la que me postulaba.
Dada mi extensa experiencia en dirección de grandes proyectos y operaciones, y
mandar a mucha gente, mis miras eran muchísimo más elevadas. Quitando los pocos
interesantes empleos que pudieran amoldarse a mi bagaje, esos pocos han pasado
de mí como de la mierda. La edad hace invisible realmente al que la tiene, y no
he estado convencido hasta ahora, era remiso a ello. Ahora estoy contento y
lleno de moral porque por fin he reconocido, a mí mismo, que tengo que empezar
de cero. Y a estas alturas, cuidar la presencia a tope, y dedicarte a vender,
ya que creo que los ejecutivos de ahora no pondrán pegas a que un veterano de
guerra sea capaz de hablar con la gente, contar cosas divertidas y convencerles
de algo.
La verdad es que estoy en mejor forma que
cuando tenía veinticinco años. Os recomiendo sexo y deporte a tope, y cuidado
con la comida y la bebida. No falla. Hay que abandonar los cuerpos estufa…
Al rollo, que se nos hace tarde para planchar-dos
lavadoras me esperan, de seis kg-. La entrevista era a las cuatro de la tarde,
mala hora para los negocios, la mente está en sus horas bajas, pero los que
deben cumplir un horario se tienen que quitar pronto los inconvenientes del
mismo.
Oficina céntrica, edificio lujoso y empresa
de primer nivel en el asunto de los recursos humanos y tal.
Yo no tenía muy claro el nivel de calidad en
la vestimenta que debía llevar u ostentar. No me gusta ir muy trajeado porque
pareces el director general, y tampoco muy de sport porque supongo que esto de
las ventas es algo formal según recuerdo de los comerciales que me visitaban.
En resumen, americana de sport con corbata moderna.
He decidido ir con el coche y considerar el
parking en el centro como una inversión a fondo perdido, tampoco quería llegar
sudando. Me he puesto AC&DC a tope, motivándome, y conduciendo despacio,
con seguridad, pensando en cómo debe pensar un comercial, mentalizándome,
transformándome y psicoanalizándome. Todo correcto por el momento.
Al entrar en la oficina me ha dado una
bofetada el fuerte olor a oficina, me han venido a la mente anteriores
recuerdos de reuniones, broncas y obligadas charlas con compañeros cotillas y
chismosos, profesionales de la pérdida del tiempo.
Nunca entenderé porque en las recepciones
ubican a señoritas de exultante belleza y vestidas de forma que pierdes el
control de la situación, obligándote a hacer uso de la chuleta para recordar a
que has venido.
La sala de espera es acogedora y con una
decoración minimalista pero exquisita. Pienso en que seguramente el decorador
será algún antiguo conocido que ha tenido más suerte que yo. Hay tal despliegue
de medios audio-visuales que me da por pensar en que estoy siendo vigilado.
Pero pienso en su imposibilidad si quieren cumplir la ley, no veo carteles
anunciando ese asunto y me tranquilizo, un poco. Sin embargo, me doy cuenta de
que la vigilancia es total por parte de la señorita de la recepción,
estratégicamente colocada, y desde donde visualiza completamente la sala. Y yo
visualizo sus impresionantes piernas, y el juego que hace con ellas, le da
cien, no, mil vueltas a las de Ronaldo y a su bicicleta.
Me continuo preparando psicológicamente ante
la aparición de un individuo, veterano y ducho en esto del bis a bis con
desconocidos, y con posibles listillos. Alguien con escamas, que no le da frío
ni calor, aparentemente, tu vestimenta, tu saludo y tu forma de hablar. Lo
controla todo por tus gestos y tu mirada… ¡Qué duro es esto de confesarte ante
un desconocido! Ya no sé por qué momento de mi vida empezar, supongo que me
marcará los tiempos. ¿Empiezo en los últimos cinco, diez, quince, no sé…?
Las últimas cien o doscientas entrevistas de
trabajo las dirigía yo, y creo que era muy concreto y no hacía perder el tiempo
a los candidatos. Claro que en cinco minutos ya sabía el valor del futurible,
lo conocía todo al momento. Ahora, en este lado de la mesa no sé cómo me
comportaré, tengo que ser humilde y no crecerme enseguida, ni
rayarme-importante-.
¡Joder!, oigo tacones de mujer acercarse,
¡peligro inminente! Esto me cambia la versión de mis preparativos brutalmente,
se me hace un nudo en la garganta y no puedo pensar. ¿Será madurita y
comprensible? ¿O será joven, analítica y curiosa? Recuerdo que hace muchos años
en una entrevista de trabajo hice buenas migas con una no-jovencita, incluso mayor que yo, había
química. Sin embargo con las si-jovencitas no me entiendo, me pasa igual que
con mi hija, es imposible llegar a algún acuerdo, estamos en galaxias distantes
años luz.
Está entrando por la puerta, lo que me temía,
el peor enemigo que podía tener, joven y guapa. Le realizo una fotografía de
urgencia para valorar mi estrategia a desarrollar. Alta, con tacones de una
altura des considerable-así ya se puede ser alta-, pelo largo de color
indefinido (para mí), y recogido para dar impresión de seriedad en tu puesto de
trabajo y que el calor no te ponga de mala leche. Falda corta por encima de las
rodillas pero sin llegar a ser minifalda. Piernas como me gustan a mí, marcando
un poco los cuádriceps, se nota que hace deporte. Lleva una blusa de esas
modernas, indescriptible e inplanchable, la lavas y la dejas colgada.
Estoy hecho un verdadero lio, no sé muy bien cómo
tratarle. Extiendo el brazo para darle un apretón de manos de los míos de
pueblo, para que sienta mi poder interior, pero ella rápida y vehementemente me
coge la mano se acerca a mí y me da dos besos y me saluda por mi nombre. Por mi
nombre, ni apellidos, ni oiga ni nada. Estoy descolocado.
Ahora que la tengo cerca, empiezo a tener dos
problemas, el primero es que me está embriagando su perfume, que me trae
recuerdos de otras batallas, y el segundo y más peligroso, es que su cara me suena. Mi neurona se pone a
trabajar sin descanso, se le acumula el trabajo, no puedo recordar, y cuando
algo no lo controlas, empiezas a sudar hasta por los calzoncillos.
¿No sabes quién soy? Me pregunta antes que
nada. Eso me tranquiliza, veo que es noble y no quiere partir con ventaja sobre
mí. Me disculpo de todas las maneras que conozco, y claro le digo que no me
suelo fijar en las chicas jóvenes, no es que no me gusten, pero es una especie
de venganza, ellas no se fijan en mí, pues yo no me fijo en ellas…eso por
supuesto no se lo digo, y también es mentira, utilizo mis trucos.
Creo que mi nerviosismo se está captando por
los múltiples radares de que dispone una chica joven y profesional dedicada a
esto de atender desconocidos. Rápidamente me saca de mi ignorancia y me dice
que es la hija de la vecina tal, y de pronto me viene a la cabeza una señora
rubia que se pasa todo el día en la piscina controlando la urbanización como si
se la fueran a quitar. El peligro se ha multiplicado por mil ya que esa guardiana
es la mujer más cotilla que he conocido nunca. Y no me cuadra que pudiera tener
una hija así, y que no se le parezca.
Estoy pasando a la fase del tembleque de
piernas. Yo en mi urbanización soy-en apariencia- una especie de ejecutivo
maduro, muy al día en todo, deportista como ninguno, y un triunfador de
primera. En resumen, dispongo de un caché que ni yo mismo lo puedo entender.
Nadie podría imaginar que vivo de la renta, de mi mujer, y pronto de mis hijos…Estoy
acabado, pienso, tendré que mudarme a otra cuidad, o a otro continente…estas
noticias corren como la pólvora.
Conseguiré un buen trabajo en Sri Lanka,
bien lejos y durante cinco años para que todo se olvide.
Una vez sentados, empieza su discurso, y poco
a poco me voy tranquilizando, veo que esa chica no se parece en nada a su
madre, se le ve seria, experta y confiada en sí misma, muy profesional.
Me dice: “Creo que ahora que ya estamos al
mismo nivel de confianza, te voy a decir que tenía muchas dudas al leer tu currículo.
No me cuadraban tus experiencias y datos con lo que sabía de ti, creía que
serías otro, pero no, eres tú”. Me tranquiliza y me apunta que ella es una profesional,
directora de la delegación, y que por supuestísimo nada saldrá de esa oficina
sin un destino adecuado al proceso. Me estoy dando cuenta de que mu está
gustando, es una “crack”. Me pongo en sus manos, profesionalmente hablando, ya
quisiera yo que fuera mi novia.
La realidad es que me tuve que inventar un
currículo eliminando los títulos universitarios, incluyendo algunos cursos de
ventas, y en lo que respecta a la experiencia la rebaje en un quinientos por
ciento, o quizá más.
Me continúa diciendo, que el puesto no es
para mí por diversos motivos, porque la empresa pide otro perfil-más joven,
como siempre-, y porque la mitad de lo que incluyo es mentira, y ella no puede
fallar con sus clientes. Pero quería hablar conmigo y descifrar mis verdaderas
capacidades. Como siempre la curiosidad es un elemento esencial en las mujeres,
entiendo que no se puede luchar contra ese enemigo, y me dejo llevar o conducir
por sus preguntas y comentarios. Me hace vomitar todo lo que a ella le pueda
interesar, que es mucho, me da pautas y consejos de la situación actual, y se
brinda a ayudarme-profesionalmente, en lo demás ya es tarde…- y a buscarme una
forma de ganarme la vida.
Me pide perdón por el poco espacio de tiempo
que dispone para la entrevista, pero quedamos en llamarnos para reunirnos
delante de una taza de café, y descifrarme las muchas cosas necesarias hoy en día,
y que todavía no he querido comprender porque ya no penetran en el caparazón
que se nos ha creado con el paso de los años y la acumulación de la
experiencia. Ella tiene razón, hay que amoldarse al tiempo, pero lo que también
es cierto es que a ella todo le va de cara, y a mí todo me va de culo, así es
la vida, y eso no cambia…
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